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lunes, 17 de septiembre de 2018

Greguería #9

Las luciérnagas son aquellas estrellas que bajaron del cielo, para poder danzar entre ellas.
https://bit.ly/2PAQoOR

- Atte: El conejo lunar

Greguería #8

Nuestra amiga enredadera sólo busca un abrazo.
https://bit.ly/2PCrPAZ

- Atte: El conejo lunar

Greguería #7

Las enredaderas son las venas de la naturaleza.
https://bit.ly/2FsiFTd

- Atte: El conejo lunar

sábado, 15 de septiembre de 2018

Greguería #6

Los sauces llorones cubren su pena con largas melenas.
https://bit.ly/2TjNyvQ

- Atte: El conejo lunar

En un mar de estrellas


¿Alguna vez levantaste la vista al cielo y te perdiste intentando contar las estrellas?
Joder, yo sí... Y muchas veces.
En algunas ocasiones, a mitad de la noche dirigía mi atención hacia la ventana, así para observar el cielo estrellado que se iba formando mientras que el sol se estaba ocultando.
Con la vista intentaba juntar los puntos luminosos con la intención de encontrar alguna figura. Claro, con tantas estrellas y poca concentración mi mente terminaba volando. Me distraigo con facilidad.
Pero saben... Me gusta distraerme en ciertas ocasiones.
En cuanto me distraía, las historias comenzaban a brotar de mi mente como si no hubiera un mañana. Dragones, cyborgs, Dioses, mundos alternativos, mi imaginación explotaba, era volátil. Y sigo siendo así.
Aunque esto sucedía en cualquier parte, no era lo mismo.
Solamente, no era lo mismo.
Pequeña estrella, responde a mi pregunta;
¿Por qué brillas así?
https://bit.ly/2TL0ZoU

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Allí estaba yo, sobre aquel pequeño bote, dejando que las olas del mar me llevasen a donde querían. Ya estaba bastante lejos de la orilla donde inicialmente estaba, apenas y lograba apreciarla.
Ohhh... Me pregunto, ¿cómo será que pueda regresar?
Bueno, el mar fue quien me llevó lejos, y también será quien me traerá de vuelta, quizás, y deseé enseñarme algo y por esa misma razón, me lleva lejos.
Quizás, me estoy volviendo loca. De hecho, eso es lo más factible.
He revisado en el bote lo que había, encontrando así una pequeña nevera con algunos peces capturados, al lado de la nevera, una caña de pescar y un balde con carnada. Agregando el hecho de que hay un remo tirado sobre la madera sucia y casi echada a perder. No hay nada más que eso, y mi presencia.
El sol, en cuestión de unos minutos, o lo que parecían ser minutos, se ha metido en las lejanías, desde mi punto de vista pareciera que se estaba ocultando en el mar, se veía tan hermoso que no podía contener aquella sonrisa que se dibujaba en mi rostro.
El cielo, pasó de estar en aquel azul celeste tan característico a ser un anaranjado, tocando tonos rojizos, y hasta rosados, con algunas pizcas de amarillo, para continuar cambiando y tornarse cada vez, un poco más obscuro. Eran combinaciones hermosas. Algunas veces pensaba que el cielo, cada día daba una pequeña función, a todas horas, mientras se deslizan las nubes en su superficie como si fueran un par de bailarinas y el escenario cambiaba como lo hace un escenario. Pero esa no era la ocasión, el cielo ahora mismo se encontraba despejado de cualquier nube, el escenario cambiaba, pero no había actores sobre este.
Pero eso cambió, pues la noche cayó.
Lentamente, pequeños cuerpos luminosos decoraron aquel escenario obscuro, acompañados de alguien más grande, la luna.
Creo que jamás podré olvidar esa luna, tan grande, deslumbrante, irreal, parecía que, si extendía mi mano, aunque sea por un instante, lograría rozarla, y así podría sentir un poco su superficie porosa sobre la yema de mis dedos.
Y así fue.
Sí, tal y como lo estoy diciendo, de creer que iba a tocarla con sólo estirarme, la logré tocar.
Mi sorpresa fue grande al darme cuenta de que estaba en lo correcto, cuando una estrella, un joven que brillaba, bajaba para reclamarme lo que había hecho.
"¡Eh! ¿Cómo eres capaz de tocar a la luna?"
Preguntó aquel joven que desprendía luz de su cuerpo mientras posaba sus pies sobre las tablas del bote donde me encontraba, por un momento, aquel viejo bote que había tomado "prestado" se movió de un lado para otro producto de la brusquedad del chico al llegar. Por un momento, pensé que el bote podría volcarse.
Estaba boquiabierta, ni siquiera sabía si lo que veía estaba en lo correcto, o me encontraba alucinando, quizás, tenía algo de sed y tomé agua de mar, sí, eso es lo que veo más probable.
Pasaron los minutos, y yo me mantenía igual, observando al chico mientras intentaba procesar lo sucedido. ¿Había alcanzado a la luna? ¿Las estrellas son... Personas? No entendía, ni esperaba entender rápidamente. El gesto sobre el rostro del chico, cambió poco a poco, minuto a minuto, de estar molesto, pasó a estar rojo de la ira.
"¡Responde mi duda! ¡Ser sin brillo!"
Exclamó con tal fuerza, que logró asustarme, sentía como la sangre se me congelaba, pasé saliva, relamí mis labios, y contesté.
"¡No tengo ni la menor idea!"
Dije con toda mi honestidad, nunca me había sucedido algo así, nunca me había imaginado algo parecido, tenía miedo, me sentía pérdida, lo que creía conocer, no era lo que conocía.
El chico luminoso, me miró con los ojos bien abiertos, mi apariencia inicialmente silenciosa e incrédula había cambiado a una un poco más turbia, estaba alterada, tenía miedo, quería respuestas.
El joven, me miró de pies a cabeza, y después soltó un largo suspiro, yo soy la que debería tener esa reacción, él, es el rarito aquí.
"La luna no puede ser tocada por seres como tú, aquellos que no muestran un brillo... Pero parece, que ante los ojos de la luna puedes brillar, y brillar más que cualquiera de nosotros, brillar más que una estrella."
Con una mirada llena de melancolía, explicó esto el chico, mientras dirigía la vista hacia la luna. Parecía, que estaba demasiado lejos para él.
Al igual que yo, el chico extendió su mano hacia la redonda luna, y no pasó nada, si yo desprendía brillo, ¿por qué él no? Si se supone que él es una estrella.
Alzando la vista al cielo, aprecié todas las estrellas que estaban al alcance, algunas brillaban más, otras menos, pero para mis ojos, aquel joven de actitud un poco explosiva, era el que contaba con un brillo singular. Para mí, su brillo era diferente.
"Ven cada noche, quiero estudiarte"

Transcurridos los días, las semanas, los meses, las cosas seguían igual, sin falta, noche tras noche iba al bote, lo tomaba sin permiso alguno, y me adentraba en el mar con intención de ver a aquel joven cuyo nombre nunca me reveló. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que se trataba de aquella estrella a la que tanto veía de pequeña, la que siempre me hacía fijar la mirada sobre ella. ¿Ellos sabrán que los vemos? No lo creo, sería bastante incómodo.
La distancia entre los dos, lentamente se fue acortando, de mostrar un humor áspero, desagradable en muchas situaciones, a ser alguien completamente diferente, que se sabía divertir, alguien con quien las horas se pasaban volando. Las noches, dejaron de ser mis noches, y se volvieron mis días, pues pasaba todo el día dormida, y de noche despertaba.
Su investigación, dejó de ser una investigación, ahora sólo se trataba de charlas triviales que no nos llevaban a algún lugar. Pero yo no quería ir a algún lugar. Me di cuenta, de que me había enamorado, de una jodida estrella que a pesar de brillar... No brillaba como él quería.

"¿Sabes?... Nunca he conocido una estrella que brillase tanto como tú lo haces."
Dijo aquel joven durante una noche en especial, ésa misma noche, él logró tocar a la luna, ahora brillaba como este quería.
Sin embargo, a la persona que tocaba con tanto afecto, con cuidado, como si fuera un débil pétalo de rosa, era a mí.
Las otras estrellas, de seguro nos miraban, celosas mientras se reflejaban sobre el agua tranquila que alguna vez existió en lo que se conocía como el mar, en esa costa.
Puede que yo no brillara de la misma manera que él lo hacía, puede que él brillara de una forma que nunca comprenderé, no comprenderé la manera en que yo brillaba. Pero me hace feliz.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Gregería #5

Los pandas son osos polares encubierto.
https://bit.ly/2DK4JSJ

- Atte: El conejo lunar

Greguería #4

Las nubes son el algodón de azúcar que la madre naturaleza nos hizo, y por portarnos mal, las levantó en una repisa llamada cielo.
https://bit.ly/2qU41Kb

- Atte: El conejo lunar

Aforismo #1

Sus ojos son la perdición más hermosa a la que me he sometido


- Atte: El conejo lunar
Un intento de aforismo :c

sábado, 1 de septiembre de 2018

Segunda parte: El canario rojo.

https://bit.ly/2Dj4DR5
De camino a su casa Noah compró una pequeña jaula donde materia al canario rojo, la misma era tan diminuta que le quitaba la posibilidad al canario de siquiera extender sus cortas alas, sin embargo, había espacio para lo imprescindible a ojos de Noah, el pájaro, un cuenco de agua, y otro cuenco de comida ¿qué más necesitaría nuestro amigo emplumado?  ¡si con eso basta! Las otras jaulas eran más caras, así que como el ave no es grande ¿para qué comprar otra más costosa, y cuyo espacio no aprovecharía? ¿verdad? No lo veía necesario. Mientras que el canario, maldecía con todas sus fuerzas al cuchitril al que fue confinado, “este tonto, ¿cómo podré ejercitar mis alas? ¿y si quiero hacer un nido? Anda, abre estas malditas barras de madera irrompibles y me echaré hacia tus ojos, cobarde” bueno, no sólo estaba rojo por su plumaje, sino, que por el enojo y estrés del cual estaba siendo víctima en esos momentos, agarrado con sus patas a los barrotes, picándolos, y agitándose en contra de los mismos, sus pensamientos donde le infligía dolor a su atrapante eran recurrentes. Pero a Noah le parecía un comportamiento divertido, tierno, sin que por su mente cruzase la idea de que aquel pájaro al que veía tan energético y adorable, quería arrancarle sus cuencas oculares.
Tardaron aproximadamente dos horas en llegar a la casa de Noah, pues el hombre había preferido caminar hacia su hogar, sin caer en cuenta, de que las vistas que le ofrecía al canario quizás serían las últimas que viera del mundo exterior en un buen tiempo, mientras que Noah pensaba en asuntos irrelevantes para el canario, nuestro amigo emplumado se calmaba lentamente, y pensaba ¿cómo podría zafarse de tal situación?, si una vez pudo escapar de un halcón, ¿¡cómo no podría escapar de un simio sin pelo, ni garras, o colmillos?! Su agilidad le salvaría, no era un pájaro fuerte, pero sabía que, en cuanto a rapidez, nadie le ganaba, y no le ganaría un humano por segunda vez, se negaba a volver a caer en unas de sus sucias trampas. Una vez pasaron la puerta de la morada que Noah estaba rentando, una pequeña niña que estaba peinada de dos coletas altas con un pequeño flequillo, mostraba un vestido de lunares, y mantenía sus pies descalzos sobre el piso frío, le observaba desde la puerta de su habitación, engullendo una paleta de caramelo a su tiempo. Con pequeños pasos se acercó a su padre, y en el momento en que vio la jaula que cargaba Noah, esta pegó un pequeño salto por la sorpresa, y abrió ambos ojos como si fueran un par de platos.
-¡Wow! ¡Que pájaro más bonito! - Exclamó con una sonrisa en su rostro, mientras que el canario la veía con desagrado, “Iugh, otro simio sin pelo, ni gracia, y ruidoso. Apenas entro y ya anda graznando” pensó mientras retrocedía hasta la esquina de la jaula, aunque eso se logró apenas con un par de pasos. Mientras que la niña acercaba su rostro a la jaula y el olor dulce impregnaba y asqueaba a las fosas nasales del canario, el padre de la niña comenzó a hablar.
- Me alegro que te haya gustado, es para ti. Pero no lo saques mucho de la jaula, que podría echarse a volar. - Mencionó mientras le extendía la pajarera a su hija, ella, sin demorar más se la llevó a su habitación, donde la colocaría al lado de una ventana que daba la vista a un parque, el pájaro observaría las vistas que se presentaban ante sus ojos, deseando volar sobre aquellos arboles que se imponían tan cerca de él, pero a la vez, que no alcancanzaría por esfuerzo que hiciese.

Y junto a la ventana, dentro de una jaula diminuta, incapaz de moverse mucho, y cada día, viendo el exterior con el deseo de salir volando en cualquier momento, el pájaro vivió junto a Noah y su hija. Algunas veces comía, otras ni siquiera picaba lo que la niña le dejaba, cantaba cuando sus “dueños” no estaban, pero callaba cuando llegaban, iba de esquina a esquina en la jaula, a pesar de que eso era logrado a partir de un par de pasos, Vania le asignó el nombre de “Lina” pensando que tenía un pájaro hembra, y poco a poco el canario comprendió que cuando la niña le decía de esa manera quería recibir su atención, pero él nunca se la brindó, la ignoraba a pesar de que la niña le llamara infinidad de veces, repitiendo una y otra vez sin cansancio, casi como si tuviera la intención de molestarle, y lo lograba aún sin desearlo. Lentamente nuestro amigo emplumado comenzaba a sentir un estrés aplastante, quería volar de allí, ya no soportaba ver el cuarto donde se hallaba, no soportaba a los simios sin gracia que le habían quitado su libertad, esos barrotes que le aprisionaban eran su mayor enemigo “si esas cosas no estuvieran allí… Mierda, que feliz sería” pensaba día con día, noche tras noche.
Por consecuencia, la salud del canario fue deteriorándose; Su plumaje ya no era esplendido, era pobre, gracias al estrés que sintió el pequeño pájaro, se quitó una por una sus plumas, dejando grandes calvas a través de su cuerpo. Adelgazó, y los músculos de sus alas se habían vuelto fofos, era débil. Su bello cantar se dejó de escuchar aún cuando sus “dueños” no estaban. Sólo se quedaba allí, viendo a la ventana, resignado.

Un día Vania estaba viendo la televisión mientras andaba sola en casa, y se encontró con el programa chileno de 31 minutos, era el primer capítulo de la primera temporada, ella se interesó en lo que estaba viendo, y justo después de ver la nota verde de Juan Carlos Bodoque un hueco se formó en su corazón, pues había visto como los pájaros libres que son enjaulados se someten a grandes niveles de estrés y se quitan su plumaje, cosa que había hecho su canario Lina. La niña se acercó al pájaro para verle mejor, y se dio cuenta de todo el daño que le había hecho. Arrepentida, y con lágrimas en los ojos, ella abrió la pequeña jaula acercándola a la ventana, inclinándola para animar al canario a salir, este no salió por voluntad propia, sino que resbaló por la inclinación y las pocas fuerzas que tenía, y así cayó dirigiéndose a un frío pavimento, pues la pequeña familia vivía en el noveno piso de un edificio, y nuestro amigo emplumado a pesar de aletear intentando elevarse en el cielo, no tenía la fuerza, no tenía plumaje, así que inevitablemente terminó estrellándose en contra del suelo. Pero nuevamente sus alas deslumbraron por el rojo que presumían.